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martes, 15 de noviembre de 2011

Culturismo por amor, no por dinero

Por Cándido Moro

Porque justamente en estos días la obsesión colectiva es recaudar beneficios y financiación, pero en el fondo y a pesar de los momentos puntuales, en esencia lo realmente trascendental no está nunca ligado a un valor económico, sino a uno sentimental.

Sin embargo, con frecuencia los árboles no nos dejan ver el bosque.
En un mundo en el que generalmente todo se evalúa en función de sus resultados económicos, es natural que los culturistas se quejen amargamente de la poca remuneración económica que existe en este deporte y a pesar de que es cierto que en el Mr Olympia de IFBB, el ganador este año se embolsaba el mayor premio de la historia, 200.000$ (unos 120.000 euros) no es menos cierto que comparado con otros deportes eso no es más que una auténtica miseria. Si nuestro Mr Olympia de turno puede llegar a ganar esa decente cifra y es posible que alcance a doblarla al año mediante seminarios, exhibiciones y contratos publicitarios, no hay que perder de vista que se trata de un atleta absolutamente único y excepcional, con una dedicación de 24 horas al día y 365 días al año, que ha de entrenarse y alimentarse como una auténtica máquina de precisión. Pero eso no es más que migajas si lo comparamos con otros deportes como el golf, el fútbol, el baloncesto, el tenis, los deportes de motor (coches o motos), o cualquier especialidad atlética.

Si el número uno del culturismo no llega a ganar ni una fracción de lo que ganan otros deportistas, no hablemos ya del resto de culturistas, entre los cuales incluso los profesionales siempre invierten más en prepararse para competir de lo que pueden llegar a obtener como recompensas.

Y la cosa no va a mejor, sino que parece que va a peor. En el circuito profesional con excepción del Arnold y el Mr Olympia los premios en metálico son míseros o directamente inexistentes y la calderilla sólo se reparte entre los seis finalistas, pero en cambio ellos han de correr a cargo con los viajes y hasta con los gastos de hotel.

Pero parece que todavía se puede ir a peor, porque se está empezando a cobrar por los ‘derechos’ a competir. Así que no sólo te lo has de pagar todo y no hay premios que cosechar, sino que además tienes que pagar un derecho por ‘protagonizar el espectáculo’.

En el ámbito amateur parece que lejos de mejorar estamos dando pasos atrás, porque ahora además de correr a cargo con los gastos de desplazamiento, de pagar la habitación y la comida, así como la consabida ‘licencia anual’ de afiliación a la asociación de turno, ahora también hay que pagar un ‘derecho’ para poder competir. ¿Alguien se ha detenido a pensar que si las competiciones existen es gracias a los competidores y que si se eliminase del público a sus familiares y amigos, seguramente el patio de butacas se quedaría vacío?

Ante este estado de cosas, me parece irónico, cuando no directamente patético, que todavía haya chicos lo suficientemente ingenuos cómo para obsesionarse con el objetivo de desarrollar los músculos al máximo como medio de solucionar el futuro económico de sus vidas. Eso no es un sueño, es simplemente una quimera. Tenéis más posibilidades de que os toque el gordo de la lotería que de que eso sea una realidad.

Si vuestros sueños están basados en una necesidad económica, entonces lo más seguro es que acabéis frustrados y aborreciendo lo que inicialmente tanto amasteis. Volved a vuestros orígenes, esos mismos por los que todos nos apasionamos con las pesas. La pasión implícita que conlleva el entrenamiento duro y diario, el ambiente del gimnasio, el ruido inconfundible y único de los hierros chocando entre sí o contra el suelo. Esas amistades fraguadas entre el sudor y los gemidos ahogados de las repeticiones forzadas y las bromas y risas con vuestros compañeros de entrenamiento.

Recordad como pasabais todo el día deseando que llegase el momento de acudir al gimnasio para machacaros con intensidad y con vehemencia. ¡Era el mejor momento del día!

Adorabais la sensación de músculos doloridos y ver gradualmente como con vuestro propio esfuerzo ibais transformando vuestro cuerpo y moldeándolo a voluntad y, poco a poco, esos músculos crecían más y más.

El mensaje que quiero enviaros con este breve comentario es que no equivoquéis el verdadero sentido de las cosas. Todo culturista se inicia en el entrenamiento con pesas por voluntad propia de mejorarse, de transformar su cuerpo y por alcanzar la mayor perfección física posible, es una labor tan ingente, dura y de tan larga duración que sólo es posible llevarla a cabo si está movida por el motor más poderoso que existe: por amor.

Si pensáis dedicaros al culturismo por dinero, lo más probable es que fracaséis y al cabo del tiempo os sintáis frustrados o peor todavía, fracasados, y pensaréis que habéis estado perdiendo miserablemente el tiempo dejando pasar otras oportunidades en vuestra vida.

Hacedlo por amor, sin buscar el provecho económico y entonces recogeréis tantos beneficios que vuestra vida será mucho más rica y saludable que la de la mayoría, aunque sus posesiones materiales sean mayores que las vuestras. ¿Qué importancia tiene una medalla, una copa, un título, o una recompensa económica en comparación con ese físico imponente y espectacular con el que venís soñando desde que erais unos críos, o con una salud de hierro y una mayor expectativa de vida?

Si no habéis tenido la suerte de tener a alguien que os lo haya dicho antes, os lo diré yo: Todo lo bueno y realmente importante en esta vida no se puede medir ni valorar con dinero... sino con amor. Si estáis en el culturismo esperando cosechar beneficios económicos, os habéis equivocado de actividad y acabaréis aborreciéndolo. Si lo hacéis por amor, será lo mejor que os haya ocurrido en la vida.

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